La fiesta de la Visitación es la fiesta del MagnÃficat, del canto de alegrÃa que brota en el corazón, ardiente, de la humilde niña de Nazaret y se eleva a Dios, al Padre, por los dones de gracia con los que la ha acompañado en su maduración personal, de mujer, de creyente, de madre; dones con los que ella ha sostenido, antes que nada, a sus antepasados, a su pueblo, a su gente, a ese linaje de fieles judÃos en el que ella, MarÃa, está firmemente arraigada. Es en este marco litúrgico que la hna. M. Rita pronuncia su sàdefinitivo, sus votos perpetuos a Dios, en la iglesia de la casa generalicia, en Passo Corese, rodeada del afecto de hermanos, hermanas, amigos y familiares, que llegaron en gran número desde Foggia. Y, al igual que MarÃa, hna. M. Rita también da gracias al Señor por la vida que le ha sido dada y devuelta, y que hoy vuelve a ofrecer al Padre. Un agradecimiento doloroso, sin embargo, por la noticia de la repentina partida de papá Mario, que llegó apenas unas horas antes de que comenzara la ceremonia. El P. Martino no dejó de mencionarlo en la homilÃa de la misa: "¡Tu padre ahora está aquÃ, más presente que nunca! ¡Ha querido estar también contigo, a tu lado en este momento!". Luego añadió: "Papá Mario te dio la vida cuando naciste, ¡y ahora, al morir, vuelve a dar su vida por ti, la ofrece para que renazcas!".
Una ceremonia, se puede imaginar, llena de emociones, en la que la alegrÃa se mezclaba con el llanto, y el llanto se transfiguraba en una alegrÃa más grande, porque está sostenida por la esperanza de la vida plena, la vida eterna. En la emoción general, las palabras del canto de clausura resonaron en toda su intensidad: "... iremos y anunciaremos que todo es posible para Él". En los caminos de Dios todo es posible, incluso que la muerte y la vida se encuentren en el mayor Misterio.

















